Tras destacar que la tradición de cambiar de nombre a las principales vialidades de la geografía urbana de las ciudades es una costumbre que inició desde el siglo XIX, la historiadora Flor de María Salazar Mendoza destacó que la celebración del Centenario y Bicentenario de la Independencia y la Revolución de nuestro país, son ocasión propicia para que autoridades de los diferentes niveles de gobierno tomen la iniciativa de "renombrar" las arterias más importantes de cada localidad.
Destacó que esta costumbre inició cuando México logró su independencia hacia el año de 1821, sin embargo no sucedió de manera inmediata debido a las pugnas por el poder que existían al interior del grupo vencedor. Indicó que como surgió la necesidad de imponer en la memoria colectiva el nombre de grandes héroes de nuestra historia, también existió la negación a los villanos de la misma, de tal suerte que no encontramos monumentos ni vialidades dedicadas a Antonio López De Santa Anna o Porfirio Díaz.
En contraparte, recordó que a la caída del Imperio de maximiliano, el entonces gobernador de San Luis Potosí, Juan Bustamante; emitió un decreto mediante el cual todas las localidades del estado debían edificar un monumento a Benito Juárez, pero el alto costo que representaba obligó a modificarlo por la imposición de su nombre a una vialidad en cada ciudad o villa.
Hizo hincapié en que la importancia de esta tradición de renombrar las calles es contribuir a mantener la memoria de los acontecimientos históricos más importantes del país.
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